Abstract
En 1985, Ángel Morales, profesor de física atómica y nuclear de la Universidad de Zaragoza se adentró en el antiguo túnel ferroviario de Somport para establecer a 850 metros de profundidad su laboratorio y observar en él el cosmos. Hoy en día estos laboratorios cuentan con 200 científicos y necesitan una infraestructura de apoyo en la superficie para seguir avanzando en otros campos de la astrofísica o la geodinámica. El proyecto se concibe desde el interior de la montaña como una extensión de los laboratorios subterráneos existentes. Talleres de ensayo, laboratorios, espacios que fomenten las relaciones profesionales, zonas públicas de divulgación científica o residencia temporal, serán los nuevos usos que se localizarán en la portada del túnel y se conectarán con los laboratorios subterráneos a través de los antiguos raíles del tren. La idea principal del proyecto es extraer el carácter del túnel al exterior, recrear el ambiente tensionado de los laboratorios subterráneos a través de la secuencia en paralelo de distintas bóvedas de cañón. De esta forma, el visitante experimentará la sensación de trabajar bajo la montaña sin estarlo realmente. Las bóvedas trabajan conjuntamente, son la estructura, las que imprimen el carácter al espacio y por su condición longitudinal las que distribuyen los usos. Se contraen y dilatan para albergar distintos espacios. Se interrumpen para introducir luz y se apoyan en arcos transversales para permitir las circulaciones. El edificio es la nueva portada de Somport, el negativo del túnel. Emerge del interior de la montaña como un gran zócalo masivo de hormigón que se fragmenta y se vacía para luego ser habitado. De esta forma el proyecto dota de un nuevo significado a este espacio olvidado y colmado de historia, demostrando el alcance ilimitado que puede adquirir y que se irá desvelando con el paso del tiempo.