Abstract
Los remanentes industriales de las grandes fábricas abandonadas de los siglos XX y XXI se han convertido en una imagen que forma parte del paisaje debido a su monumentalidad. Esta monumentalidad viene dada por diferentes factores ampliamente diversos. Por un lado, vienen por la experiencia de ruina, que nos recuerda aquellos momentos de la historia que incluyen grandes cambios y que por tanto se adhieren a la memoria colectiva de la sociedad. Por otro lado, la escala, presencia, materialidad, y sobre todo el tiempo, también influyen en la concepción de la ruina como monumento dado que, a fuerza de ser observado, pasa a ser algo habitual en el lugar y a convertirse en un objeto indispensable del paisaje. Y, por último, gracias a la labor de artistas y pensadores, estas ruinas, y sobre todo aquellas retratadas en el cine, han sido normalizadas por el ojo público y aceptadas dentro del catálogo de objetos de la ciudad como una parte inherente resultado de nuestra sociedad. Todas estas estas líneas del pensamiento propuestas por los diferentes autores a lo largo de la historia convergen en la idea de las cualidades monumentales de la ruina. Por todo ello podemos concluir como explica Daniel Herwitz en su artículo que, si la ruina industrial es monumental del mismo modo que lo son otras ruinas de carácter histórico, debe haber por tanto monumentos dentro de ella y se nos plantean varias cuestiones: ¿Qué hace de una ruina un monumento exactamente? ¿cómo ha afectado el concepto de ruina a la arquitectura contemporánea?