Abstract
Alvar Aalto reflexionó sobre su propio método de proyectar, acaso por
primera vez, cuando un alumno americano de su etapa como profesor
en el M.I.T. le hizo una ingenua y embarazosa pregunta acerca de
cómo se proyectaba, que al parecer no respondió.
Lo haría algo más adelante, en el artículo "La trucha y el torrente de la
montaña" (Domus, 1947), donde explicó como, después de examinar
y analizar los diversos requisitos de un proyecto nuevo, lo dejaba todo
a un lado y se dedicaba a realizar dibujos azarosos, casi infantiles e
inconscientes, hasta que descubría en ellos aquellos rasgos o ideas
capaces de convertirse en un proyecto: en algo que integrara sus
múltiples condicionantes y resolviese sus contradicciones.
Puso el ejemplo de la Biblioteca de Viipuri, que surgió del dibujo de
unas montañas con diversas laderas, iluminadas por varios soles de
distintas inclinaciones. La gran sala encerrada en una caja mural, con
su elaborado juego de niveles en el suelo e iluminada por el sistema de
lucernarios redondos, tuvo así su origen en aquella inspiración
naturalista.