Abstract
El patrimonio anticariense que ha perdurado hasta nuestros días
nos muestra un recorrido de más de cinco mil años de historia. Desde
asentamientos prehistóricos, continuando con la ciudad romana, que
posteriormente sería de ocupación musulmana. Es en las trazas del recinto
musulmán donde comenzará a erguirse la ciudad cristiana, objeto
de este trabajo.
En 1410 el infante don Fernando, toma la ciudad de Antequera, hasta
entonces de ocupación musulmana. En ese momento la ciudad se convierte
en un centro neurálgico y fronterizo, punto de partida para las
conquistas posteriores.
Su privilegiada situación geográfica, cruce de caminos entre Granada
y Sevilla o Córdoba y Málaga, le hicieron constituirse como un lugar
prolífico en lo que a órdenes religiosas se refiere.
A partir de este momento la ciudad experimenta un gran crecimiento
demográfico que se verá reflejado en la aparición de sucesivas construcciones
religiosas. Sin duda, fue el siglo XVIII el de mayor esplendor
de la ciudad; cuando definitivamente terminó adquiriendo el concepto
de “ciudad convento”. Posteriormente tanto la invasión napoleónica,
como la desamortización de Mendizábal, tendrían sus efectos en estas
grandes extensiones de suelo conventual. La francesada arrasó y robó
la mayoría de los conventos y la desamortización privó de sus bienes a
las diferentes órdenes religiosas. El resultado fue la incorporación de
dichas grandes extensiones de suelo conventual, como solares para
edificar viviendas; sin que generasen nuevas plazas o espacios públicos
como ocurrió en otras ciudades.
El trabajo trata de analizar la transformación de la ciudad en base a
su hito por excelencia, la arquitectura religiosa.