Abstract
Las redes viarias cumplen la doble función de soportar los desplazamientos de los
vehículos y de facilitar la accesibilidad a las fincas colindantes. Salvo las autopistas y vías
rápidas, que cuentan con control total de accesos y están destinadas primordialmente a
facilitar la movilidad, el resto de las carreteras sirven simultáneamente para las dos
funciones.
El desarrollo económico depende en gran medida de la calidad de la oferta de transporte.
Los problemas de congestión y de bajos niveles de servicio afectan negativamente a la
productividad de las industrias y al valor de las propiedades inmobiliarias. La gestión de la
accesibilidad es un proceso que regula el balance entre las dos funciones de la red mediante
la regulación de la localización y de las características de las intersecciones y de los
accesos desde las propiedades privadas, calles y caminos públicos a la red de carreteras.
Esta regulación permite reducir los niveles de congestión y prolongar la vida funcional de
las infraestructuras existentes y puede ser un elemento muy eficaz en la preservación de la
seguridad vial y de la capacidad de la red.