Abstract
El paisaje es, por definición, un fragmento de territorio tal y como lo perciben las personas que habitan en él. Pero también tiene un componente ligado a la memoria, a las huellas que otras gentes dejaron sobre su suelo. Este es el caso de una vieja cuenca minera, donde las actividades extractivas dejaron un rastro de asentamientos ahora deshabitados, de grandes industrias obsoletas, de montañas de residuo, las escombreras. Una vez que la actividad cesa, que las minas han cerrado, queda la memoria, la naturaleza se vuelve a abrir paso, y se genera otro tipo de espacio, a medio camino entre lo artificial y lo natural. Un espacio residual como un hueco, que forma también parte del paisaje y lo transforma. Una zona de paso y abandonada. Es una oportunidad para cambiar la percepción del territorio, diverso, donde las escombreras forman ya parte de él, no como un elemento obsoleto, a regenerar, sino como un valor en sí mismas. A través de la arquitectura se devuelve la actividad a uno de éstos espacios agotados, sin pretender transformarlo, simplemente volver a integrarlo en el sistema que lo rodea. Sobre la tierra negra de esta montaña de carbón, se instalarán las nuevas 7 minas. Un espacio de residencia y retiro productivo, para 7 grupos de artistas, que colonizan la escombrera y contribuyen a su puesta en valor a través del trabajo y el desarrollo de cada disciplina.