Abstract
El paisaje queda definido por sus fragmentos: el agua, la roca, la densidad de vegetación, el vacío industrial, lo rural y lo urbano. Fragmentos que conforman el paisaje de Añorga y que ahora aparecen disgregados a causa de la actividad extractiva de la fábrica. Ante esta situación se impone un sistema lineal que jerarquiza el espacio y sus componentes. Un sistema que elige entrar en el paisaje mismo. En lugar de describirlo se une a él. De este modo nos sumergimos en su entorno, a través de la cualidades de volumen, materia y luz. De esta manera se propone la construcción de la Fundación Heidelberg como una obra que se introduce en el espacio para cambiarlo, dando así un nuevo concepto de nuestra interacción con él mismo. No trata de describir el paisaje, si no unirse a él. Es la construcción de un eje cuya función es ser centro de la nueva experiencia de la realidad espacial. Donde el usuario deja de controlar y abarcar el espacio para experimentarlo como tránsito. La fundación se presenta como oportunidad para extender las actividades que definen su entorno: cultura, investigación, tecnología e industria, dotando a Añorga de un nuevo espacio público que además, transforma el territorio, funcionando como una instalación viva, una infraestructura pública que aprovecha la morfología de la cantera para integrar estrategias de recogida, canalización y reutilización del agua. Un ejemplo de cooperación entre arquitectura y naturaleza desde la escala perceptiva y más poética de la propuesta hasta la transformación de la ruina en un sistema sostenible que trabaja entre naturaleza y arquitectura a través del agua.