Abstract
Bajo el lema “Spain is different” Manuel Fraga inició en los años 60 una campaña para promover el turismo en nuestro país. El turismo de masas se consolidó como una de las principales fuentes de ingresos y se inició el boom turístico que cambió para siempre la configuración del territorio costero de la península. Si Benidorm fue la joya de la corona de aquel turismo de sol y playa que atraía un incesante flujo de visitantes europeos, Marina d’Or es el exponente más representativo de proyecto megalómano vacacional que nos ha dejado el boom del ladrillo de los 2000. “Marina d’Or, ciudad de vacaciones, ¿dígame?” se clavó en las mentes de todos los españoles como el eslogan que nos prometía cumplir el sueño del apartamento en la playa al alcance de todos. Pero ¿realmente este lugar ha sido capaz de cumplir todas las promesas hechas? El trabajo toma este escenario (porque Marina d’Or es, literalmente, un decorado) como caso de estudio paradigmático de microcosmos levantino. Hedonista y vulgar, la conocida ciudad de vacaciones se presenta como un fenómeno complejo que produce al mismo tiempo rechazo y fascinación. Por un lado, Marina d’Or representa el sueño de las vacaciones para el pueblo, la democratización del turismo para la clase media española; por otro lado, es la cara de la depredación turística, la destrucción del paisaje y el lucro a través de la especulación inmobiliaria. En definitiva, el ejemplo más polémico de la costa levantina. En un contexto global en el que la democratización del viajar y de las vacaciones es una realidad, España ya no se encuentra a la cabeza como destino turístico puesto que no puede competir con otros lugares exóticos que cada vez son más accesibles. El trabajo se centra, a través del análisis crítico del caso concreto de Marina d’Or, en cuestionar la viabilidad del modelo turístico de sol y playa actual, o si por el contrario es necesario generar nuevas propuestas sobre la base urbanística existente en la costa mediterránea. Esta investigación pretende diseccionar la experiencia turística de Marina d’Or en “capas” de información arquitectónica, para poder compararlas con casos de éxito y extraer conclusiones; con el fin de reconsiderar su existencia y ampliar las posibilidades de ocio, en definitiva, salvar estos lugares del desastre estructural. Tomando en consideración la falta de autenticidad, la inexistente protección y la relativa libertad del caso de estudio Marina d’Or, ¿se puede asumir que los lugares creados deliberadamente para el ocio son más susceptibles de ser intervenidos que los cascos históricos europeos reducidos a expresiones turísticas museificadas y criogenizadas? En otras palabras, ¿son lugares con el suficiente interés para ser puestos en valor y exigir una explotación y desarrollo del lugar de manera más inteligente y sostenible?