Abstract
El nacimiento de la Orden de Calatrava en 1158 para defender la fortaleza de Calatrava la Vieja dará origen a una nueva forma de consolidar asentamientos permanentes, protegerlos y administrarlos durante la Reconquista. Su posición en la zona centro-sur de la Península Ibérica convertirá a la Orden en una fuerza política dentro de los incipientes reinos cristianos. Los castillos de origen árabe que pasaron a manos de la Orden de Calatrava requerían de una adaptación para adecuarse a las necesidades militares, administrativas y religiosas. Este proceso consistirá en mejorar las defensas del castillo, construir instalaciones para la vida de la comunidad que se va a asentar y, por último, dotarlos de edificios religiosos (iglesias y conventos). El origen cisterciense de la Orden les lleva a desarrollar y establecer en Calatrava la Nueva un castillo-convento, cuya ampliación y adaptación se produce en el siglo XII. En este lugar existía una torre de vigilancia, construida en el siglo X, a dos kilómetros de la fortaleza árabe de Salvatierra. La sede cumplió las funciones administrativa y representativa de la Orden hasta el siglo XIX. Esta nueva construcción es la síntesis de dos tipologías que se habían desarrollado por separado durante toda la Edad Media, hasta alcanzar en este momento una simbiosis única y acorde con el carácter militar y religioso de la Orden. El castillo-convento pudo haber sido el germen de una nueva tipología arquitectónica, de no haber quedado relegada la Orden de Calatrava durante la conquista de Andalucía en los siglos siguientes.