Abstract
Seccionada por el río Manzanares, la ciudad de Madrid se divide en dos. Entre el norte y el sur las diferencias son claras y podríamos apreciar la existencia de dos urbes de dinámicas completamente distintas. Villaverde, distrito desprestigiado por los medios de comunicación, ha contemplado como progresivamente sus suelos han sido constreñidos por las infraestructuras de transporte. La Gran Vía de Villaverde se establece como una muralla entre vecinos. Se pretende resolver esta compleja coyuntura con un único gesto, una costura de la barrera que escinde los barrios. La propuesta busca crear un espacio seguro, un enlace entre barrios y con el río, que encumbra los valores de una sociedad diversa y desacreditada. A escala urbana, una cadena productiva se integra en el proyecto: sector primario, elaboración artesanal y un mercado e intercambiador como pieza de remate pretenden el fortalecimiento económico del área circundante. Un lugar abandonado se presenta como lugar idóneo para la implantación, los terrenos de las construcciones abandonadas por Renfe, que el pueblo quiere recuperar como símbolos de su historia. Finos granos han traído tanto infortunios como alegrías a los habitantes de Villaverde. Hasta mediados del siglo XX la producción cerámica era el motor económico del distrito, pero al mismo tiempo los edificios colapsaban bajos sus efectos. La arcilla es la herramienta que dará corporeidad al nuevo nexo social.