Abstract
La ciudad de Carteia yace sepultada a orillas de la bahía de Algeciras. A su alrededor, durante décadas, la industria pesada ha profilerado, arrinconando a la olvidada urbe y transformando el paisaje que un día le perteneció; apenas en algunos claros, la tierra se retira y muestra las entrañas de lo que en su día fue la primera colonia latina del imperio romano, esparcidas, inconexas, arrancadas de su tiempo y lugar. El estrato arqueológico se distribuye de forma heterogénea en distintas alturas y pendientes, pero adyacentes en su mayoría al trazado murario original, que discurre mostrando distintos estados materiales: a veces emergiendo algunos centímetros, otras enterrado o cubierto por la vegetación; algunos tramos perdidos, otros que apenas se intuyen mediante un camino material de sillares desparramados sobre el suelo. El proyecto redefine un límite que se despliega entre otros muchos, materiales, vegetales, legislativos, que han cercado la ciudad a lo largo de la historia. Un perímetro que recupera la doble función de frontera: como división y como recorrido, que permita reafirmar el lugar de la ruina frente al exterior; que conecte física y conceptualmente los distintos restos dispersos, entendiendo que antaño pertenecieron de un mismo continuo urbano. Debe leerse como una sola entidad, como una continuidad que recorre los límites del yacimiento y los vuelve a articular en un todo: un limes, la última frontera del imperio romano ante el mundo exterior.