Abstract
La urbanización del Paseo de la Castellana mantuvo
siempre un problema primordial que habiendo nacido
con la propia Avenida subsiste hoy como una de sus
características claras: la indecisión entre dos ideas
distintas de ciudad, la compacta de edificación cerrada
a imagen de la ciudad antigua y del ensanche que hoy
también la bordea, o la abierta y paisajística más
propia en principio del tugar físico de la vaguada y,
así, de los inicios de su urbanización.
Desde un primer momento, tanto con los Austrias al
construirse el Retiro como con Carlos III al urbanizarse
el Prado, la ediíicación abierta será la tónica general
de la ocupación de la nueva orilla, la oriental,
imponiéndose la edificación compacta, y como era
lógico, en el borde contrario de la vieja ciudad. Su
configuración no se consolidará del todo, sin embargo,
hasta nuestro siglo, momento en que también el borde
oriental se ha compactado completamente al
construirse la franja baja del Retiro y quedar
absorbidos los restos de los viejos palacios de
Felipe IV en el interior de un ensanche para la gran
burguesía