Abstract
La capa a rayas, cebra o tigre, herbívora o carnívora, la bestia del calentamiento global se divisa mientras se aproxima sin que sepamos a ciencia cierta qué manjares la apaciguarían a su llegada y, en especial, si deberíamos inmolarnos a ella para salvar al resto de la biosfera. Parece que nadie debe dudar que atravesamos una fase de calentamiento global que puede causar graves problemas a la humanidad e incluso podría llevarla hasta su prematura extinción.Todos somos conscientes del problema, aunque nuestra firme convicción esté a menudo falsamente fundada, porque confundimos los avatares del tiempo atmosférico con el verdadero concepto de clima, sin distinguir entre lo aleatorio del corto plazo y la media estadística correspondiente a largos períodos de tiempo. Conviene resaltar de entrada que la relación del cambio climático con catástrofes puntuales, tales como sequías, huracanes, olas de calor o de frío, o inundaciones, es por el momento desconocida. Sí se conoce, por el contrario, que dicho cambio depende de ciertos fenómenos azarosos –las erupciones volcánicas, las variaciones del flujo solar o las veleidades del fenómeno conocido como «El Niño»– y, por desgracia, también de la actividad humana