Abstract
Contra la conocida afirmación de que el saber no ocupa lugar,
lo cierto es que siempre ha sucedido todo lo contrario,
pues el proceso de aprendizaje, la transmisión del conocimiento
y la memoria, no sólo ocupan un primer espacio en el
cerebro, sino que han exigido, a través del tiempo, un lugar
para el saber, al que dedicaremos estas líneas partiendo de la
experiencia griega.
La fórmula más elemental de aprendizaje, dentro de nuestro
ámbito cultural, fue el diálogo, la palabra. La serie larga de
los Diálogos de Platón, en los que se recoge aquella técnica
que ya había empleado con especial éxito Sócrates y que, hablando
de arquitectura, resucitaba en nuestros días Paul Valéry
en su Eupalínos, nos permite un primer acercamiento
hacia los lugares en que aquella "dialektiké tekhne" se manifestó,
convirtiendo ésta en expresión de una realidad superior,
prodigiosa creación del entendimiento humano.