Abstract
Durante los últimos diez años un nuevo modo de ver las cosas distinto del que
popularizó el movimiento moderno, una nueva sensibilidad, ha ido transformando
tanto el pensamiento como la producción arquitectónica. Podría
decirse que esta transformación, de todos conocida, tiene uno de sus aspectos más
básicos en la relación con la historia de la arquitectura: si antes los modernos habían
establecido con ella una ruptura absoluta, ahora, los nuevos modernos, quieren
soldar esa grieta completamente.
No cabe duda que, al variar el sentimiento que sobre la arquitectura se tiene y, en
particular, al cambiar la óptica que se mantenía sobre la arquitectura histórica, la
consideración de los monumentos y de los conjuntos históricos debería, lógicamente,
cambiar; y así ha sido ya, si se tiene en cuenta la protección que en los últimos años
ha salvaguardado tantos edificios y conjuntos de interés.
En cuanto al pensamiento arquitectónico y a la reflexión sobre los problemas de
conservación y actuación en monumentos y conjuntos, ¿se ha avanzado en el mismo
sentido? Una mejor comprensión y, consecuentemente, una mayor estima de la
arquitectura histórica, ¿ha generado criterios o puntos de vista valiosos para el
mantenimiento y rehabilitación del patrimonio arquitectónico y urbano? Y en cuanto
a las ideas de la época que hoy parece concluir, ¿son ya caducas y superadas?, ¿no
tienen ya sentido? Sin un excesivo sistema pasaremos a exponer algunas reflexiones
en torno al asunto.