Abstract
Cada día se hace más urgente el estudio de la
arquitectura del siglo XIX por dos razones fundamentales.
Por un lado, porque la fatal autofagia
de las ciudades está terminando con aquélla,
y por otro, porque es necesario acotar y
reconocer en ella un contenido propio de múltiples
matices, siendo uno de ellos el de la restauración
monumental. Es éste un problema ante el
cual el historiador del arte no conoce, generalmente,
a ciencia cierta el alcance ni el criterio
seguido en la restauración, ni el estado primitivo
del edificio. Es algo parecido a la incomodidad
experimentada ante Notre Dame de París cuando
pretendemos diferenciar la obra antigua de la
de Viollet-le-Duc. En una palabra, la restauración
llevada a cabo en el siglo XIX siguió tan
fielmente el espíritu y la letra de la arquitectura
del pasado, valiéndose además de un artesanado
y de unos medios análogos, que resulta muy difícil
la apreciación de los límites de la obra antigua.
Algo de esto querría apuntar en relación
con la catedral de León y la metamorfosis de sus
fachadas, refiriéndome especialmente a la fachada
sur, ya que la septentrional no fue modificada,
y de la principal ya dijo lo fundamental
GÓmez-Moreno.